Rutas de las Flores

Sumérgete en la Semana Santa de Apaneca

Vivir la Semana Santa en Apaneca es adentrarse en una tradición vibrante y espiritual. Cada procesión, alfombra y rezo es testimonio del fervor y la devoción que define a esta comunidad. Te invitamos a ser parte de esta experiencia, un viaje de fe y de cultura

Una Celebración con Más de 200 Años de Historia

La fiesta que conmemora la víspera del nacimiento de la Virgen Niña es una tradición de más de 200 años que se celebra en diversas poblaciones del departamento de Ahuachapán, incluida Apaneca.

Origen de la Celebración

A pesar de la falta de registros escritos sobre el origen de esta celebración en Apaneca, la tradición oral local sugiere que su antigüedad es comparable a la de Ahuachapán. Los relatos de los ancianos del pueblo, transmitidos por generaciones, indican que antiguamente se conmemoraba esta fecha con farolitos hechos de pencas de izote.

Materiales básicos para fabricar un farolito:

• Reglas de madera
• Clavos
• Papel celofán
• Almidón
• Velas de cera
• Alambre para colgar

Una Festividad Religiosa

Esta festividad es, ante todo, de carácter religioso, centrada en la misa y la procesión. Para el recorrido, los vecinos y negocios de la zona elaboran altares y castillos decorados con farolitos. Tras la misa solemne, se lleva a cabo una impresionante quema de pólvora, que incluye un espectáculo de luces de colores y la quema de toritos pintos y castillos de fuegos artificiales.

historia

Cuentan los mayores que en tiempos antiguos un brujo se enamoro de la hija del cacique de Apaneca y esta le correspodia. Al enterarse el cacique, mando a encerrar a la princesa para que no siguiera la relacion con el joven brujo. En venganza, el brujo succiono toda el agua que habia en el Cuajusto y la guardo en un huevo para dejar sin agua al poblado. Por su parte el cacique envio a sus mejores guerreros para perseguirlo y recuperar el preciado liquido.

Cuando el brujo huia por los cerros, Ehecatl, dios del viento, hizo que este tropezara y el huevo rodó hasta otro cráter rompiendose. Al derramarse el agua en el lugar se formó lo que hoy se conoce como la Laguna Verde de Apaneca y es así como los dioses del aire y la montaña, dicen los gentiles, devolvieron el agua a ésta tierra.

Otra leyenda dice que los visitantes pueden pedir un deseo dando un fuerte grito frente a la piedra principal del Cuajusto. Si ése deseo es del agrado de los espiritus del bosque, se cumplirá, en caso contrario, el deseo solicitado se convertirá en eco llevado por el espiritu del viento.

Una Imagen, Dos Leyendas y Una Iglesia

Sobre la imagen de San Andrés, cuenta la leyenda que cuando los españoles ya habían terminado la construcción de la parroquia de Sonsonate pidieron a España unas imágenes para colocarlas en el templo. Estas eran traídas por mar hasta un improviso puerto de Guatemala en la costa del atlántico, de allí, los transportes de carga los conducían hasta la capital de donde se distribuían a los distintos lugares.

Cuando llegó la imágen a Guatemala, fue enviada a la parroquia de Sonsonate y trasladada en un transporte de carga que cruzando el río Paz pasaba por Ahuachapán, haciendo constantes paradas para descansar; al pasar por Apaneca descansaron un rato, y cuando quisieron seguir su camino ya no pudieron levantar la imagen.

Pesaba tanto que parecía como si hubiese echado raíces, pidieron ayuda y entre más hombres trataban de levantarla, más pesaba. Se idearon sacar sus colochos para desbastar la imagen por la espalda, pero aún que la ahuecaron bastante no fue posible quitarla de allí, hasta que se comunicaron con las autoridades eclesiásticas para que dieran permiso para dejarla en el altar mayor de la iglesia. Así es como fue el propio San Andrés quien escogió este lugar para quedarse como patrono.

La segunda version cuenta que la primitiva ermita de Apaneca estaba construida con su fachada orientada al sur y hacia frente a la plaza y al cabildo como era en todas las las ciudades coloniales. Cuenta la leyenda que cuando iban a construir dicha ermita, un grupo de hombres cortando maderos en una barranca cercana a un nacimiento de agua, encontraron una imagen de San Andres y al querer sacarla, esta se resistia. Finalmente lo lograron, no sin antes producirle un corte en la espalda con sus hachas.

Al terminar la ermita, colocaron la imagen del patrono San Andres, en el altar e sin embargo, cada dia la imagen aparecia en la fuente de agua localizada al norte, hasta que el parroco pidio autorizacion a las altas autoridades religiosas para contruir un templo que mirara hacia la fuente, la venerada imagen permanecio en el altar. Esa es la version popular de por que la fachada de iglesia de Apaneca, es la unica en El Salvador que desde tiempos de la colonia esta de espaldas al pueblo. San Andresito como cariñosamente le llaman los lugareños queria estar mirando a su fuente.

historia

En las cumbres de Apaneca, en antiguo camino que del cantón Palo Verde lleva a Juayua existe en la llamada Barranca de la Sierpe, un tunel que desemboca en una corriente invernal.

Cuenta la leyenda que ese camino fue formado por una enorme y antigua serpiente que en su andar fue forjandolo. Era tan grande y pesada que con el pasar del tiempo al arrastrarse por los montes, lo convirtio en la hondonada que hoy vemos. Dicen los ancianos, que cuando las sierpes c son demasiado grandes escogen un cerro para esconderse y que los temblores se sienten cuando se sacuden en sus cuevas.

Un dia un hombre muy religioso se encontro con el enorme animal y mientras huia despavorido alcanzo a pedir la proteccion divina y un potente rayo alcanzo a la bestia. Tiempo mas tarde se encontraron enormes huesos del animal, tan grandes como un taburete y que por un tiempo estuvieron el escuela de la localidad, siendo trasladados dos de ellos al Museo David J. Guzman

Historia

El nombre del cerro encierra todo un misterio. Los pobladores mayores aseguran que el nombre original del cerro es TEXITZ (que en su dialecto Nahuat significa de Tex = caracol e Itz = sonido claro y agradable), siendo este el nombre ancestral.

Cuenta la leyenda que los pobladores originarios hacían sonar sus caracolas en la cima del mismo y, cuando todos estaban arriba, los hacían sonar a la vez para deleitar a los habitantes del pueblo con el sonido claro y agradable que salía de éstos.

Otros aseguran que se llama TEXIXAL, que podría ser una deformación fonética del nombre nahuat TEXITZATL o TECCIZTLI por parte de los españoles, a quienes les sonaría TEXITZ.

Hay quienes aducen que su nombre significa "cerro caracol", ya que en la entrada del camino que llevaba a la cumbre, la lluvia había formado un callejón con paredes altas a ambos lados, que contribuía a darle la forma de un caracol; y cuando la gente hablaba o gritaba dentro de éste, se oía un sonido agradable.

El diccionario nahuat de El Salvador asigna por significado a IZTAC: blanco; tizatl blanco grisoso, lo que parece ser una palabra compuesta. TEXI(S): lugar o cerro; ITZAL: tierra blanca o blanco en gran manera. Visto así, podría significar: "Cerro de tierra blanca", lo que coincide con sus características naturales previas a ser convertido en una plantación de café.

Lo cierto es que el cerro Texixal o el Cerrito, como le llaman los lugareños, forma parte de la memoria histórica y del imaginario apanequense. Parece que el misterioso nombre del cerrito está relacionado con piedras calizas o caracoles, y para añadir más misterio, en el costado sur de sus faldas se encuentra el Sitio Arqueológico Santa Leticia, que se presume ser el asentamiento originario de Apaneca antes de la conquista.